Feria
Verde
Martes
20 de enero
ANTÍFONA
DE ENTRADA Sal 105, 47
Sálvanos,
Señor, Dios nuestro, y reúnenos de entre las naciones, para que podamos
celebrar tu santo nombre y cantar tu alabanza.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que uniste a pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concédenos
querer y poder practicar cuanto nos mandas, para que, el pueblo llamado a
poseer tu Reino, tenga una misma fe en sus pensamientos y un mismo amor en sus
obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA
LECTURA
Contamos con la esperanza, que es como un ancla
firme y segura.
De
la carta a los hebreos: 6, 10-20
Hermanos:
Dios no es injusto para olvidar los trabajos de ustedes y el amor que le han
mostrado al servir a sus hermanos en la fe, como lo siguen haciendo hasta hoy.
Deseamos, sin embargo, que todos y cada uno de ustedes mantenga hasta el fin el
mismo fervor y diligencia, para alcanzar la plenitud de su esperanza. Así,
lejos de volverse negligentes, serán ustedes imitadores de aquellos que, por la
fe y la paciencia, heredan lo prometido por Dios.
En
efecto, cuando Dios hizo la promesa a Abraham, como no había nada superior por
lo cual jurar, juró por sí mismo, diciendo: Te colmaré de bendiciones y te daré
una descendencia innumerable. Por este motivo, Abraham perseveró en la
paciencia y alcanzó lo prometido por Dios. Cuando los hombres juran, lo hacen
por alguien superior a ellos, y el juramento pone fin a toda discusión. También
Dios, cuando quiso mostrar con plenitud a los herederos de la promesa lo
irrevocable de su decisión, se comprometió con un juramento.
Así
pues, mediante estos dos actos irrevocables, promesa y juramento, en los cuales
Dios no puede mentir, tenemos un consuelo poderoso los que buscamos un refugio
en la esperanza de lo prometido. Esta esperanza nos mantiene firmes y seguros,
porque está anclada en el interior del santuario, ahí donde Jesús entró,
precediéndonos, constituido sumo sacerdote, como Melquisedec.
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL Del salmo 110
R. El Señor se acuerda siempre de su alianza.
Quiero
alabar a Dios, de corazón, en las reuniones de los justos. Grandiosas son las
obras del Señor y para todo fiel, dignas de estudio. R.
Ha
hecho inolvidables sus prodigios. El Señor es piadoso y es clemente.
Acordándose siempre de su alianza, él le da de comer al que lo teme. R.
Él
redimió a su pueblo y estableció su alianza para siempre. Dios es santo y
terrible y su gloria perdura eternamente. R.
ACLAMACIÓN
ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Ef 1, 17-18
R. Aleluya, aleluya.
Que
el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes, para que podamos
comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento. R.
EVANGELIO
El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre
para el sábado.
Del
santo Evangelio según san Marcos: 2, 23-28
Un
sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a
arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué
hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?”.
Él
les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo
necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en
tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo
podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros”.
Luego
añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.
Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.
Palabra del Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
al celebrar el memorial de nuestra salvación, imploramos humildemente tu
clemencia, a fin de que este sacramento de amor sea para nosotros signo de
unidad y vínculo de caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN Col 3, 14-15
Sobre
todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión. Que
en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados,
como miembros de un solo cuerpo.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Infúndenos,
Señor, tu espíritu de caridad, para que, por la eficacia de este sacrificio,
hagas que, cuantos creen en ti, vivan concordes en un mismo amor. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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