Memoria
Blanco
9 de
diciembre
SAN JUAN DIEGO
Martes
Martes
ANTÍFONA DE ENTRADA Is 52,
7
Qué
hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, que
trae buenas noticias, que anuncia la salvación.
ORACIÓN COLECTA
Dios
nuestro, que, por medio del bienaventurado Juan Diego, manifestaste a tu pueblo
el amor de la santísima Virgen María, concédenos, por su intercesión, que,
obedientes a las recomendaciones de nuestra Madre de Guadalupe, podamos cumplir
siempre tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Dios consuela a su pueblo.
Del
libro del profeta Isaías: 40, 1-11
“Consuelen,
consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y
díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha
satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor
castigo doble por todos sus pecados”.
Una
voz clama: “Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el
páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y
colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane.
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”. Así ha
hablado la boca del Señor.
Una
voz dice: “¡Griten!”, y yo le respondo: “¿Qué debo gritar?”. “Todo hombre es
como la hierba y su grandeza es como flor del campo. Se seca la hierba y la
flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre”.
Sube
a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la
voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia
a los ciudadanos de Judá: “Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de
poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña
y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará a su rebaño; llevará en sus
brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres”.
Palabra de
Dios.
SALMO RESPONSORIAL Del salmo 95
R/. Ya viene el
Señor a renovar el mundo.
Cantemos
al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al
Señor y bendigámoslo, proclamemos su amor día tras día. R/.
Su
grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas. “Reina
el Señor”, digamos a los pueblos, gobierna a las naciones con justicia. R/.
Alégrense
los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el
campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo. R/.
Regocíjese
todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud
serán las normas con las que rija a todas las naciones. R/.
ACLAMACIÓN ANTES
DEL EVANGELIO
R/. Aleluya,
aleluya.
Ya
está cerca el día del Señor. Ya viene el Señor a salvarnos. R/.
EVANGELIO
Dios no quiere que se pierda
ni uno solo de los pequeños.
Del
santo Evangelio según san Mateo: 18, 12-14
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene
cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los
montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les
aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le
perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno
solo de estos pequeños”.
Palabra del
Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS
OFRENDAS
Dios
y Padre nuestro, que el sacrificio que vamos a ofrecerte, en memoria de tu
siervo san Juan Diego, sea agradable en tu presencia como la ofrenda de su
humilde y sencilla fe, para alabanza y gloria de tu nombre y para la salvación
del mundo entero. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt
25, 40
Yo
les aseguro que todo lo que hicieron con uno de estos mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicieron, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE
LA COMUNIÓN
Padre
celestial, te damos gracias por este memorial de la muerte y resurrección de tu
Hijo que hemos celebrado; concédenos, por intercesión de san Juan Diego, que,
bajo la protección de la Virgen María, nos mantengamos siempre unidos en una fe
sincera y en una ardiente caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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