Fiesta
Blanco
LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS,
MARÍA Y JOSÉ
Domingo
28 de diciembre
28 de diciembre
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 2, 16
Llegaron los pastores a toda prisa y encontraron a María y
a José, y al niño recostado en un pesebre.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que te dignaste dejarnos el más perfecto
ejemplo en la Sagrada Familia de tu Hijo, concédenos benignamente que, imitando
sus virtudes domésticas y los lazos de caridad que la unió, podamos gozar de la
eterna recompensa en la alegría de tu casa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Tu heredero saldrá de tus entrañas.
Del libro del Génesis: 15, 1-6; 21,
1-3
En aquel tiempo, el Señor se le apareció a Abram y le dijo:
“No temas, Abram. Yo soy tu protector y tu recompensa será muy grande”. Abram
le respondió: “Señor, Señor mío, ¿qué me vas a poder dar, puesto que voy a
morir sin hijos? Ya que no me has dado descendientes, un criado de mi casa será
mi heredero”.
Pero el Señor le dijo: “Ése no será tu heredero, sino uno
que saldrá de tus entrañas”. Y haciéndolo salir de la casa, le dijo: “Mira el
cielo y cuenta las estrellas, si puedes”. Luego añadió: “Así será tu
descendencia”. Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo
tuvo por justo.
Poco tiempo después, el Señor tuvo compasión de Sara, como
lo había dicho, y le cumplió lo que le había prometido. Ella concibió y le dio
a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había predicho. Abraham le
puso por nombre Isaac al hijo que le había nacido de Sara.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Del salmo 104
R/. El Señor nunca olvida sus promesas.
Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a
los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. R/.
Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el
que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. R/.
Recuerden los prodigios que él ha hecho, sus portentos y
oráculos, descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su
predilecto. R/.
Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el
Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a
Isaac, que un día le hiciera. R/.
SEGUNDA LECTURA
La fe de Abraham, de Sara y de Isaac.
De la carta a los hebreos: 11, 8.
11-12. 17-19
Hermanos: Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios,
y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como
herencia.
Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su
avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel
a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia,
numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se
dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque
Dios le había dicho: De Isaac nacerá la
descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que
Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto
Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Heb 1,
1-2
R/. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el
pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos,
que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.
EVANGELIO
El niño iba creciendo y se llenaba de
sabiduría.
Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de
María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para
presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para
ofrecer, como dice la ley, un par de
tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y
temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu
Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías
del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María
entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo
tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo
que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has
preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y
gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de
semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le
anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en
Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto
los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada
y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día
ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel
momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la
liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del
Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
Se dice Credo.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de reconciliación, y te
pedimos humildemente que, por la intercesión de la Virgen Madre de Dios y de
san José, fortalezcas nuestras familias en tu gracia y en tu paz. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Bar 3, 38
Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con los
hombres.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre misericordioso, haz que, reanimados con este
sacramento celestial, imitemos constantemente los ejemplos de la Sagrada
Familia, para que, superadas las aflicciones de esta vida, consigamos gozar
eternamente de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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